Vivía en una pequeña ciudad de Lidia una doncella de humilde origen humilde llamada Aracne.
En las ciudades lidias era muy apreciado el nombre de Aracne debido a que la doncella superaba, en habilidad y ligereza, a todos los tejedores mortales.
Aracne cometió un acto de hibris y Atenea transformada en anciana fue a la choza de Aracne. La aconsejó y Aracne enfadada dijo que quería medirse con Atenea. Aracne ganó el duelo y Atenea enfadada transformó a Aracne en un diminuto ser, la araña y la condenó de por vida a tejer hilo tras hilo.
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